La salida de la Exaltación de Santa Catalina tras 18 años, la recuperación de la banda de música en la Quinta Angustia y la Virgen del Valle sin palio son las tres grandes novedades del día
Mucho calor en las horas centrales del día, mucho turista y pocas mantillas
Es habitual que los cofrades sevillanos abusen de la palabra «histórico». Con ella definen casi cualquier cosa que se salga de la norma en el mundillo semanasantero. Habrá quien diga que las mojás que sufrieron algunas hermandades del Lunes Santo fueron históricas, a pesar de que las cofradías se han mojado tantas y tantas veces, y las que les quedan.
Seguro que alguno ha definido ya la jornada del Martes Santo, vacía de cofradías, como histórica, cuando en este mismo siglo ya hubo dos Martes Santos sin un solo paso, y otro que salvó la Bofetá in extremis. Y habrá quien defina el retraso de la jornada del Miércoles Santo como histórico, cuando lo realmente histórico ocurrirá el día que se cumplan los horarios en esa jornada.
Que algo no haya sucedido antes no tiene por qué ser histórico. Simplemente es inédito. Sin embargo, en este Jueves Santo ocurrieron tres hechos que sí encajarían más en el calificativo de históricos que en el de inéditos, porque habían pasado ya, aunque hace mucho, y ha sido en este 2022 cuando se han recuperado, o simplemente vuelto a ocurrir por determinadas circunstancias. Por orden cronológico, fueron la salida de la Exaltación de la iglesia de Santa Catalina, el acompañamiento musical de la Quinta Angustia y la salida de la Virgen del Valle sin palio.
Los Caballos llevaban 18 años sin salir de Santa Catalina, desde que en 2004 tuvieron que abandonar el templo por el mal estado del mismo y las goteras que se filtraban por su cubierta. La iglesia se restauró y estaba lista para la salida de 2019, pero una intensa granizada (esta también podría calificarse de histórica) impidió que las cuatro primeras cofradías de la jornada pudieran procesionar aquel día.
Era como si el cielo quisiera poner a prueba la obra de las cubiertas del templo. Y luego llegó la pandemia y dos años más de fundido a negro. Así que cualquier menor de edad no había podido aún ver salir a la hermandad de su sede canónica.
Hubo, por tanto, momentos de emoción, más que en otros Jueves Santos. No sólo de emoción de sentimientos, sino también por la dificultad de la salida, en la que las potencias del Cristo tocaron en el dintel de Santa Catalina. Todo quedó en los ayes del público y en los «más a tierra la trasera» del capataz. No fue la mejor salida, o al menos la más limpia, pero habrá tiempo para perfeccionarla. Claro que sí.
El segundo acontecimiento histórico es la recuperación de la banda de música para la Quinta Angustia. No era un acompañamiento musical al uso, sino que la banda tocaba en determinados momentos, y el paso no iba al ritmo del tambor. Algo poco visto en Sevilla. La hermandad recupera así la música tras más de un siglo de prescindir de ella, en un momento de apuros económicos a principios del siglo XX.
Antes, llegó a llevar tres bandas. Y La Quinta Angustia es precisamente la marcha procesional más antigua de la que se tiene constancia, compuesta por José Font Marimont en 1895. No fue la primera que le tocaron ayer. Fue otra llamada A la memoria de mi padre, de Font Fernández, hijo del primero, dedicada a quienes vieron la cofradía con música. La cofradía conserva también la capilla musical y un coro. A veces se pisan con la banda. Ocurre en Rioja, donde arrancan las voces de los cantores, que tienen que parar porque suena detrás Virgen del Valle
Y el tercer hecho distintivo del Jueves Santo fue la salida de la Virgen del Valle sin palio, como si fuera una imagen de gloria, al encontrarse el suyo en proceso de restauración y al no encontrar la cofradía un palio adecuado al tamaño del paso. La dolorosa salió así en 1946, con motivo de la declaración de la Virgen de los Reyescomo Patrona de Sevilla. Lo hicieron también la Amargura y la Macarena. También habrá quien se acuerde. La estampa es, desde luego, peculiar.
Este Jueves Santo más histórico que inédito arranca simultáneamente en la Ronda y en Los Remedios. El termómetro marca 31 grados al sol y apenas corre aire. Hay muy pocas mantillas, y se ven más en los balcones que en las calles. Hay poca gente arreglada. Mucho pantalón vaquero y mangas cortas. Muchas zapatillas de deportes.
En la Plaza de Pilatos las pocas mujeres que llevan el traje de luto sufren con el empedrado. Se apoyan en sus parejas mientras pasa el Cristo de la Fundación, que este 2022 cumple cuatrocientos años. A su paso desata comentarios sobre las flores, sobre el buen gusto, elegancia y color que le dan al paso un toque originalísimo.
Se pierde el crucificado de los Negros hacia la Alfalfa y hay quien cruza la cofradía. Una diputada de tramo expulsa de la fila a quienes lo intentan. Pide a sus nazarenos que ocupen el ancho de la calle, para que no se formen los dos ríos de gente que anda paralelos a los nazarenos, no se sabe muy bien hacia dónde, pero que casi siempre acaban poniéndose delante del que lleva esperando más de una hora a que pase la cofradía.
La Virgen de los Ángeles pasa por Águilas a los sones de Rosario de Montesión, en un claro guiño entre cofradías del Jueves Santo. «Elena, fíjate en la corona», le dice una joven a su amiga mientras suena la cacharrería de la banda de las Nieves de Olivares. Hay más gente que otros años. La masa tira por Caballerizas buscando precisamente los Caballos por las setas.
Da el sol en una zona de la plaza, en la que sólo un par de niños se atreven a jugar. El público se apiña a la sombra. Mientras llega la cofradía hablan, comentan, todavía hay quien le da vueltas a lo del Lunes Santo. Y a lo del Miércoles. Que si los Panaderos, que si las Siete Palabras…
Se abanican con los programas de mano. De nuevo más mantillas en los balcones que en la calle. Mucho guiri perdido. Un hotel de la plaza tiene la piscina en la azotea, y desde ella hay varias turistas en bikini viendo la cofradía. Y en algún balcón sobra gente autóctona con copazo largo y botellines.
Puente y Pellón es un río de gente que busca cruzar la Carrera Oficial para ver las Cigarreras. Tarde, ya están Los Negritos por la calle Sierpes. Parón. La cola para cruzar llega a la mitad de Cerrajería. Dos policías salen de Ochoa y se unen al dispositivo para dar paso al público. Como desde el Domingo de Ramos, las mascarillas escasean. Da el sol y algún niño llora, incómodo. Por Tetuán suenan las palilleras de una banda, es la juvenil de las Cigarreras que abandona ya el cortejo y sale hacia Rioja.
Es un Jueves Santo de libro, de manual, de los que relucen más que el sol. Todo es felicidad tras un año de granizo y dos de pandemia. En 2019 sí salieron las tres últimas del día. En este día tan señalado hay, sin embargo, alguien que no puede disfrutar de esa felicidad plena. Un penitente de Montesión sorteó el covid durante toda la pandemia, hasta hace apenas dos semanas. Se contagió a las puertas de la Semana Santa. Dio negativo el Miércoles Santo, pero le quedan secuelas. Está débil, flojo, y en los últimos días ha estado vomitando. No está para cargar con una cruz. Será el cuarto año consecutivo sin salir.
Fuente: Diario de Sevilla