Sí, el que esté libre de vacuna que tire la primera piedra. Esa es la conclusión a la que llegué uno de estos días mientras hacía la comida y oía en las noticias de una cadena de televisión relativas a las diferentes irregularidades que se están produciendo en nuestro país como consecuencia del proceso de vacunación por el coronavirus.
Un amigo me decía esta semana en otro artículo de opinión que me quedaba corto en la valoración que hacía de la nueva especia que nos hemos encontrado, los “robavacunas”. Es cierto. Me parece asqueroso que haya gente que se haya dedicado a vacunarse de manera irregular cuando cada día son cientos los ciudadanos que fallecen o miles los que tienen que ocupar una cama de hospital en nuestro país.
Es una auténtica vergüenza que no debe quedar impune en nuestro país. Desgraciadamente, como siempre pasa en nuestro país, el Derecho, las normas, van por detrás de la picaresca y de la realidad social que tenemos. ¿Cómo es posible que no haya controles al proceso de vacunación o que no estén previstas sanciones contundentes para quien haya incumplido? Esto solo sucede en un país como el nuestro donde la picaresca ha sido todo un género literario siglos atrás y donde quien más y quien menos nos sorprende con algún tipo de desvío a lo que marcan las normas establecidas para el conjunto de la sociedad.
Bueno España e Italia, donde el otro día también conocía irregularidades similares a las que estamos viviendo en nuestro país. Esto en países de Centroeuropa no se da para nada. No hay irregularidades en Alemania, ni en Francia, ni en el Reino Unido. Una vez más, el carácter latino deja lo peor en nuestra sociedad.
Para mí es tan ladrón el que roba dinero público como el que se pone vacunas cuando no le corresponde. Es igualmente reprobable. Es más, dadas las circunstancias y la gravedad que está tomando la pandemia que estamos viviendo, es hasta más grave el que se salten el turno evitando que esas vacunas, limitadas y necesarias, tal y como estamos viendo, no lleguen a los destinatarios que están previstos en esta primera fase de vacunación.
Por ello, aunque no haya sanciones, aunque las normas no lo prevean este escándalo debe visualizarse y debe reprobarse por el conjunto de la sociedad. Quien haya cometido estas irregularidades debe tener el castigo social suficiente para que se le caiga la cara de vergüenza por lo cometido.
Para algo más que para decir imbecilidades deben servir las redes sociales en nuestro país.
Y, también, las Administraciones Públicas tienen que gozar, una vez más, de la debida transparencia y redición de cuentas. Si se ha fallado en los controles anteriores a la puesta en circulación de la vacunación no se debe hacer lo mismo tras las irregularidades manifestadas a lo largo y ancho del país. Por supuesto, quien ostente cargo de responsabilidad en la política o en las entidades donde se han cometido el robo de vacunas debe asumir su inmediata dimisión. No los queremos ocupando dichos puestos en nuestras vidas. No lo merecen.
¡Qué panorama queridos lectores!