¡Que espectáculo el de los papás!

Eolo llevó al Heraldo hasta el Polígono Sur. Muchos papás vomitaron su rabia en las redes sociales de forma vergonzosa

Hace tiempo que la auténtica fiera ya no ruge en el tendido, como terminaba la célebre obra, sino en las redes sociales convertidas en puertas traseras de retretes, en murallas donde siempre se expresan los canallas, en vertederos de prejuicios, gatos empadronados en el vientre, complejos camuflados, iras incontenibles y odios inútilmente maquillados. Se ha visto con claridad con ocasión del vuelo en globo del brillante heraldo de la ilusión de 2021.

El viento obligó al globo a desplazarse hacia el Polígono Sur y Montequinto. Las fieras se despacharon a gusto con el Ateneo. A alguno le faltaba pedir la hoja de reclamaciones. ¡Qué barbaridad! Cuantísima ingratitud, cuánta rabia contenida, cuánto mal gusto, qué mala educación y cuánta gentuza escondida, parapetada en casa y apretando el gatillo del revólver de tuiter. Ni una pizca de comprensión, no digamos ya de caridad, con el Ateneo que organiza todo de forma altruista. Al parecer el doctor Pérez Calero debe mandar en Eolo y ordenarle hacia dónde debe soplar el 4 de enero.

Estamos tontos, encerramos una maldad digna de ser tasada por un perito, volcamos toda la furia contra la Docta Casa a falta de poder hacerlo con un árbitro de fútbol. Todos los que rebuznaron en las redes porque el heraldo tuvo que desplazarse hacia el Polígono Sur no pudieron pensar por un momento que, tal vez, las circunstancias hicieron que el emisario de los Reyes Magos fuera a una de las zonas más necesitadas de la ciudad, a uno de los barrios más pobres de España. ¡Benditos vientos! Ellos no, ellos arremetieron contra el Ateneo sin misericordia, escupieron, vomitaron… Era gratis hacerlo.

Sólo uno dejó la reflexión más adecuada. «Dan ganas de no hacer nada. Si yo fuera el Ateneo me lo pensaba». Ni porque los niños de las Tres Mil tuvieran al Heraldo, decenas de padres se sintieron compensados. Ellos argumentaban que sus hijos habían pasado frío en la azotea esperando el globo que no llegó. Y no lo hizo por fuerza mayor. Los padres de los niños pequeños de hoy son los peores, porque fueron criados con derecho a todo, en la España de la prosperidad, la democracia y las libertades. Cuanto ladraban en las redes en la mañana del lunes era la prueba incontestable. Luego extraña que muchos pierdan los nervios en los partidos de fútbol de los sábados por la mañana, donde juegan sus retoños presionados por los titulares de la patria potestad. Esta gente mata para que sus niños ganen el torneo de ajedrez, machaquen al rival del ping pong y, por supuesto, se quejen en cuantito el profesor les exija un esfuerzo. No saben lo que están criando.

Por Carlos Navarro Antolín (Diario de Sevilla)

Redacción

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