Los primeros análisis de los mensajes enviados por dos de los arrestados muestran su preocupación por las consecuencias para ellos de la paliza pero no muestran remordimientos
Grano a grano, los investigadores van poniendo sobre la mesa un arenal de pruebas que acorralan a los detenidos por la brutal paliza que acabó con la vida de Samuel. Primero, el examen de las cámaras de seguridad sirvieron para delatar a los seis supuestos implicados. Luego, los análisis de ADN pusieron contra las cuerdas a dos de los arrestados. Y ahora, los primeros pasos en el rastreo de los teléfonos móviles de los detenidos sugieren su falta de arrepentimiento tras el salvaje crimen.
Un mes después de la fatal madrugada del 3 de julio, en la que Samuel, un joven enfermero de 24 años, fue golpeado hasta la muerte en una zona de copas de La Coruña, la Policía se centra en la tarea más compleja, tanto a nivel técnico como burocrático: escudriñar los terminales de los presuntos implicados por si aportan detalles de lo que sucedió antes, durante y después de la agresión.
La investigación es, en este sentido, todavía embrionaria, pero desvela ya algunos detalles. Según ha podido saber ABC, tras el crimen dos de los detenidos intercambiaron mensajes de ‘wasap’ en los que los investigadores no han hallado rastro alguno de arrepentimiento. Eso sí, esos mensajes reflejan cierto miedo por la mortal paliza que acababan de protagonizar. «Más que susto, se dieron cuenta de que era grave, pero no hay arrepentimiento», explican a ABC fuentes conocedoras de las pesquisas que lleva a cabo la Policía Nacional bajo la tutela de la titular del Juzgado de Instrucción número 8 de La Coruña.
Un teléfono desaparecido
Como se ha dicho, el escaneo de los teléfonos de los detenidos es aún incipiente, pero se espera que arroje pistas de lo ocurrido antes, durante y después de la paliza que mató a Samuel. Tanto los ‘wasap’ que intercambiaron –entre ellos o con terceras personas–, como las fotografías que podrían haber tomado. A la Policía le consta, según ha podido saber este diario, que al menos alguno de los agresores trató de borrar archivos de su teléfono.
Todos esos mensajes podrían ser un elemento clave para acreditar si la mortal paliza a Samuel fue un crimen homófobo, algo de lo que, por ahora, los investigadores no encuentran indicios, más allá de la testifical de una amiga de la víctima, que asegura que le insultaron por su condición sexual. Serán luego la fiscal y la juez quienes, con los elementos que reúnan los investigadores, valoren si hubo motivaciones homófobas –delito de odio–.
El que en principio no podrá analizarse será el teléfono de la víctima, con el que Samuel y la citada amiga hacían una videollamada –a través de la aplicación ‘Facetime’– con otra chica que aquella fatídicamente noche no había salido. Un malentendido –los agresores pensaron que les estaban grabando con el móvil– fue supuestamente el origen de la paliza. Uno de los arrestados, que tras la agresión se apropió del móvil de Samuel, acabó deshaciéndose de él, con lo que los investigadores no contarán con una prueba que podría antojarse definitiva.
Las cámaras de El Andén
No hay rastro del móvil de Samuel, pero los indicios que han ido recopilando los investigadores apuntalan la autoría de los detenidos. Fueron claves, al inicio de las pesquisas, las videocámaras del pub El Andén, en el que tanto Samuel como los agresores –que no conocían a la víctima– habían estado antes de la paliza. Gracias a ellas, la Policía pudo ‘fichar’ a los seis supuestos implicados: los tres que están en prisión, dos menores que ingresaron en un centro de internamiento y también una joven, que está en libertad provisional, y a quien la Policía considera encubridora.
Otras cámaras también aportan pistas, en este caso las de videovigilancia de algunos establecimientos del entorno del paseo marítimo coruñés, donde ocurrieron los hechos. Algunas registraron la agresión, que, tal y como detalló el lunes el delegado del Gobierno en Galicia, José Miñones, duró exactamente seis minutos, en los que Samuel fue vapuleado a lo largo de 150 metros, sin posibilidad de defenderse. Según fuentes policiales, el conjunto de cámaras corrobora que en la agresión participaron dos o tres jóvenes más, además de los detenidos. Por ello, las mismas fuentes dan por seguro que acabará habiendo más detenciones de presuntos responsables.
Y luego están las pruebas de ADN, que cercan sobre todo a dos de los detenidos. Los forenses han encontrado perfil genético de uno de estos individuos en la cara de la víctima –presumiblemente por haberle golpeado– y del otro en un botella de cristal, que también habrían utilizado en la agresión. Pese a estas últimas pruebas forenses contra dos de los detenidos –dos de los tres que están en prisión–, los investigadores tienen claro que la salvaje agresión que mató a Samuel fue grupal. Los forenses confirmaron también que fueron múltiples, y no uno, los golpes que acabaron con su vida.
Fuente: Diario de Sevilla