Los tiradores españoles derrotan a San Marino en una final vibrante, con un Alberto colosal
Ya la tienen en sus manos. La miran, la muerden, la acarician. «Los Juegos no nos debían una, nos debían varias», sonríe Fátima Gálvez. Finalmente, ella y Alberto González son campeones olímpicos. En una final vibrante, que se ha resuelto solo por un plato (41-40), los tiradores españoles han hecho historia en Tokio. De un plumazo se han sacudido su maleficio y han inaugurado el casillero de oros del deporte español. Con la mano en el pecho mientras la bandera ascendía al cielo de Asaka, Alberto y Fátima sentían que habían saldado una cuenta pendiente con el destino.
Aunque este lenguaje un poco tremendista no encajaría con la personalidad de Alberto Fernández, un tipo templado, con los nervios de acero, capaz de abstraerse del calor y hasta de sus propias urgencias para concentrarse únicamente en el objetivo. Durante la final, solo falló en una ocasión. El locutor no dejaba de asombrarse: «Estamos asistiendo a un tirada de clase mundial», alababa. No fallo uno solo tiro de sus últimos 21 disparos. Una exactitud asombrosa, teniendo en cuenta lo que estaba en juego y las durísimas condiciones ambientales, con un calor asfixiante y un sol flamígero en el cielo del campo de tiro de Asaka.
A Fátima, sin embargo, le costó más entrar en la final. Falló los tres primeros platos. Luego se recompuso. «Por mi técnica me cuesta enfocar y visualizar el foso en la salida. Yo soy diestra disparando, pero mi ojo dominante es el izquierdo. Tengo que coordinar la apertura del ojo con la llamada del plato… y si, por lo que sea, tal vez por nervios, no lo coordino bien me cuesta mucho ver el plato en la salida», explicaba la cordobesa. Disparar junto al tirador madrileño le daba tranquilidad: «Sabía que todos íbamos a cometer algún cero… salvo Alberto».
La pareja rival no ha puesto las cosas fáciles. Especialmente ella, Alessandra Perilli, que sostuvo las aspiraciones de San Marino y solo cometió dos fallos en toda la jornada. Una brillantísima actuación, digna de la medalla de plata, que sin embargo no fue suficiente para asaltar el trono en el que ya se sientan Alberto Gónzalez y Fátima Gálvez.
Tras el inicio dubitativo de Fátima Gálvez, el equipo español, sostenido por un Alberto inmutable, fue recortando distancias sobre la parejan sanmarinense hasta que la rebasó a mitad de certamen. Con el 25-24 adquirieron una ventaja de un plato que ya mantendrían hasta el final. En la última serie de diez, con el calor apretando y la tensión por las nubes, Fátima falló en dos ocasiones, pero el tirador italiano, Gian Marco Berti la secundó. Luego, ante los periodistas, Berti indicó que los errores de Fátima habían logrado desconcentrarle, lo que provocó una réplica de incredulidad de la tiradora cordobesa: «¿Eso ha dicho? Pues no sé. Yo no disparo su gatillo. Yo tiro para mí, no para que el rival se dé cuenta».
Subidos en lo más alto del cajón del podio, Alberto y Fátima ya tienen la medalla con la que tantos años había soñado. Y la han conseguido juntos, en una disciplina (el doble mixto en foso) que se estrenaba en estos Juegos Olímpicos y que ellos han estado trabajando con denuedo y dedicación, sobre todo después del confinamiento. «Tirar con Alberto es muy fácil -piropea Fátima- y somos una pareja que nos compenetramos muy bien. Estoy muy orgullo de él».
«Esto era un juego para mí»
Alberto Fernández no se altera. Esperó la final con la escopeta doblada sobre su hombro, apoyado en una sombrilla, como si estuviera aguardando su turno en un puesto de feria. A su lado, Fátima se movía más nerviosamente, se limpiaba las gafas, hacía suaves estiramientos. La lección de concentración suprema que ofreció Alberto debería estudiarse en las facultades de Psicología. «Para mí ha sido un juego tirar. Me lo he pasado genial». El tirador madrileño sonríe. Le brillan los ojos detrás de las gafas. Llevaba muchos desengaños olímpicos hasta que, después de Río, decidió reclutar un ‘coach’ mental, Diego Gutiérrez, para preparar estos momentos de ansiedad extrema. «He trabajado mucho con Diego y hemos trabajado mucho el venir a una competición y hacer que sea un juego, no un sufrimiento. Aquí he disfrutado cada plato. Me podría acordar de todos los que he tirado porque lo estaba viviendo a tope». Su disfrute es ahora el de toda la delegación española, que por fin tiene un oro que celebrar.
Fuente: ABC