En esta tercera ola, “hay gente joven que se está poniendo muy mala y no hay camas de uci, se ponen fatal en unas horas y mueren”
“No me gustaría ser médico, ellos deciden quién se lleva la cama; he visto a mis compañeros intensivistas llorar, no quieren elegir quién va a salvarse y quién no por falta de cama”
La inesperada dureza de la tercera ola del coronavirus ha sumido a los sanitarios en una honda tristeza y enfado. Están al límite de poder seguir soportando tantas muertes y ser testigos diarios del “egoísmo” de la sociedad e ineficacia de las medidas adoptadas para atajar la pandemia.
Profesionales de cinco grandes hospitales públicos de Madrid lanzan un grito de auxilio ante el agotamiento psíquico y físico que padecen, la sobrecarga asistencial y la sensación de haber regresado a la casilla de salida de la primera ola de marzo, aunque ahora mejor preparados -más conocimiento de la enfermedad y protección-.
El relato de Laura (Hospital de la Princesa), Rosario (Hospital Isabel Zendal), Eduardo Fernández (Infanta Sofía de San Sebastián de los Reyes) y Daniel Ponce (Clínico de San Carlos y la Jiménez Díaz) tiene puntos en común: todos se declaran inermes ante la gravedad de la situación y sienten especial dolor porque cada vez es más frecuente el paciente joven que acaba en la uci o muere.
El golpe de la tercera ola deja ya a 4.227 personas hospitalizadas, de ellas 700 en las uci (más del 50 % de su capacidad), y la incidencia acumulada en la región alcanza los 993 casos por 100.000 habitantes en los últimos catorce días, por encima de la media nacional de 886.
Laura, hospital La Princesa
La pelea por conseguir una cama para el paciente
Esta enfermera, cuyo nombre es ficticio porque prefiere guardar el anonimato, tiene a su cargo a 24 pacientes en el Hospital de La Princesa, el doble de lo normal. La descontrolada escalada de ingresos ha obligado a destinar su planta solo a la covid-19.
Laura ha perdido en los últimos seis días a tres pacientes y vive en un puro estado de estrés y ansiedad. La “mayoría” de sus compañeras toman ansiolíticos para conciliar el sueño y poder descansar, dice a EFE. “Están saturadas mental y físicamente: ven que la gente no sigue las recomendaciones y que los políticos no hacen nada”.
Resalta que la gravedad de los pacientes que ingresan hoy “se parece a marzo, no a la segunda ola. Hoy he estado con una urgencia de un hombre de 31 años que estaba con gafas nasales (lo mínimo de oxígeno) y ha pasado a lo máximo que le podemos poner en la planta. Al final ha ido a la unidad de ventilados para colocarle una ventilación no invasiva”, la antesala de la uci antes de entubar.
Laura dice comprender las repercusiones que implica la decisión de un confinamiento total, pero “algo hay que hacer. Tengo la sensación de haber retrocedido a marzo”.
Las ucis -continúa- están llenas y para conseguir una cama en la unidad de cuidados intermedios “hay que pelearse con todo el mundo. Se ha empezado a hacer triaje”.
Eduardo, hospital Infanta Sofía
“Como sociedad somos un auténtico fracaso”
Eduardo Fernández, enfermero en la uci del Hospital Infanta Sofía, se desespera porque “estamos viviendo sensaciones muy parecidas a las vividas en la primera ola; entre la primera y la segunda ola hubo un periodo de calma. La segunda no la vivimos como tal sino como un aumento de casos, y la tercera se ha salido de control”.
Igual que Laura, Eduardo subraya el cambio de perfiles: “Son más jóvenes, no sé si es porque ya no quedan tantos mayores o porque se están cuidando más y los jóvenes están en la luna de Valencia”.
Entre el personal sanitario distingue dos perfiles: los que están muy tristes y los enfadados, y él pertenece a los segundos.
“Estamos todos agotados mental y físicamente. Además de la carga emocional, cada uno de los pacientes te roba un poco de energía porque a cada uno le das un poquito de tu mejor versión y eso continuamente”.
En su opinión, el problema no es que el mensaje de responsabilidad no llegue a la población sino que cada uno lo traduce como más le conviene. “Como sociedad somos un auténtico fracaso; somos muy egoístas y creemos que no nos va a pasar a nosotros y si nos pasa que no será grave”.
Por otro lado, reconoce que en su trabajo están habituados a la muerte, “pero en la uci damos más altas que fallecimientos y desde hace mucho tiempo se ha invertido esa ecuación”.
En cuanto al triaje afirma que en las uci siempre se ha hecho, con o sin pandemia, porque las técnicas en estas unidades son invasivas y cruentas y no todo el mundo se va a beneficiar de ello”.
Con la saturación de ucis “ese cribaje se ha intensificado. El criterio principal no es la edad sino cuántos años va a ganar ese paciente con calidad de vida, por ejemplo una persona de 40 años con un cáncer y una supervivencia de un año frente a otro de 70 años que solo tiene covid, la cama es para el de 70 porque a este último le quedan quizá 15 años”.
Pero ahora mismo, añade, “tenemos mucha gente joven que lo único que tiene es covid y es difícil que un mayor no tenga absolutamente nada con lo que los jóvenes se llevan la cama por goleada”.
“No me gustaría ser médico porque ellos deciden quién se lleva la cama; he visto a mis compañeros intensivistas llorar en los vestuarios porque no quieren ser Dios, no quieren elegir quién va a salvarse y quién no por falta de cama”.
Rosario, Isabel Zendal
“Me pongo a llorar porque veo morir a gente joven”
Esta enfermera lleva apenas dos semanas en el hospital monográfico de covid Isabel Zendal, a la que fue trasladada en contra de su deseo.
Al igual que el resto de sus compañeros entrevistados, no entiende que haya que detraer plantilla del resto de hospitales públicos para que el nuevo centro eche a andar.
Y tampoco Rosario, nombre ficticio, imaginaba la dureza de esta tercera ola. Sufre agotamiento y está pensando en pedir apoyo psicológico. Hay días, dice, que se pone a llorar sin parar “porque ver gente tan joven morir es difícil. En un turno de ocho horas he visto entre dos y cuatro pacientes (fallecidos)”.
En esta tercera ola, “hay gente joven que se está poniendo muy mala y no hay camas de uci, se ponen fatal en unas horas y mueren. No han asumido el mensaje, se sienten invulnerables”.
En cuanto a su experiencia en el Zendal señala que falta medicación y material, hay desorganización y el primer día que entró había una gotera en su puesto de trabajo.
En el módulo “llevamos ocho días sin pacientes” con lo que “estamos prácticamente sin hacer nada”. “Es muy frustrante pensar que he dejado un hueco que no se ha cubierto en mi anterior hospital, donde realmente me necesitan”.
Daniel: “Veo el colapso cerca”
Daniel Ponce, enfermero de Urgencias en el Clínico San Carlos y en la Jiménez Díaz, señala que la dureza de la primera ola “no vamos a vivirla, porque estamos más preparados en lo sanitario”.
Se queja, sin embargo, de que la población sigue sin estar concienciada y apuesta por cerrar un par de semanas, porque “nos estamos pegando con un muro”, así como convertir la recomendación en obligación.
Tras señalar que la mayoría de los sanitarios están más enfadados que tristes, Daniel afirma que su “cabreo” se dirige hacia el Gobierno por no ejercer un mayor control, aunque “en el fondo sea la gente la que no hace lo que debe. Vivo en Chamberí y veo las calles y casas llenas a las doce de la noche”.
En cuanto a la saturación asistencial explica que hace un mes los pacientes que ingresaban en Urgencias era por sospecha de covid-19 y “ahora es todo confirmación”.
Además ha bajado la edad media del paciente. “Acabamos de tener a un ‘niño’ de 26 años, sin patologías previas, que ha estado tres semanas en la uci”.
Concluye Daniel que no se volverá a la situación de marzo pero “veo el colapso cerca. Estamos en la casilla de salida”.
Fuente: La Vanguardia