La niña fue sepultada con vida en hormigón y aspiró cal; la mujer y el padre del «Pollino» se muestran fríos ante lo expuesto por hasta siete profesionales del Instituto de Medicina Legal de Sevilla
Muy dura. Así se puede calificar la jornada de este jueves en el juicio con jurado que se celebra en la Audiencia de Sevilla contra los siete acusados por el triple crimen de Dos Hermanas, donde han intervenido hasta siete médicos forenses que realizaron el levantamiento de los cadáveres en la casa 168 de la calle Cerro Blanco y las posteriores autopsias a éstos. Yilmaz Giraz, el «Turco», su mujer Sandra Capitán y la hija de ésta de seis años fueron golpeados, y no sólo para reducirlos, y disparados a corta distancia antes de ser arrojados a una fosa de dos metros de profundidad que luego fue tapada con hormigón.
Éste es el calvario y el sufrimiento, según han relatado los profesionales del Instituto de Medicina Legal de Sevilla, que padecieron las tres víctimas en torno al mediodía del sábado 16 de septiembre de 2017 en dicha casa, después de ser secuestrados. La crueldad de las explicaciones y detalles ofrecidas por los forenses, a veces difíciles de digerir, no ha provocado ningún gesto de reacción en el rostro de algunos de los principales acusados, sobre todo en Elisa, la mujer del principal acusado, Ricardo García Hernández «Pollino», y el padre de éste, Ricardo García Gutiérrez «Cabo», quienes se han pasado toda la sesión con la mirada fijada al frente y sin inmutarse.
Lo primero que los miembros del jurado han podido conocer es la dificultad que tuvieron hasta cuatro forenses para el levantamiento de los cadáveres de la fosa donde fueron hallados, en la que tuvieron que realizar un trabajo parecido al que se lleva a cabo en una «excavación arqueológica», trabajando con cepillo y paleta para poder extraer los cuerpos en el mejor estado posible para hacerles las autopsias, teniendo en cuenta que partes de éstos estabanentremezclados con el hormigón usado para tapar dicho agujero.
Los doctores Rico y Laborda fueron los responsables de las autopsiasde los tres cadáveres y de los respectivos informes tras los estudios radiológicos y los exámenes exterior e interior de los cuerpos.
Los tres cadáveres se encontraban en un avanzado estado de descomposición y habían sufrido un proceso de saponificación al estar enterrados en un lugar húmedo, lo que supuso una pérdida de líquidos y pérdida de corpulencia y peso de los cuerpos. La data de la muerte de Yilmaz, Sandra y Lucía la fijan en la tarde del día 16 de septiembre, cuando fueron secuestrados.
Los dos forenses, a preguntas de la Fiscalía, han comenzado a desgranar el informe de la autopsia de Yilmaz Giraz, un narcotraficante de origen turco vinculado al tráfico de heroína. Debido a las dificultades de la extracción de los cuerpos por su adhesión, en parte, al hormigón, el cuerpo presentaba la amputación de los dos pies.
Presentaba tres tipos de lesiones. Una lesión por arma de fuego en el lateral derecho de la cabeza que le causó la muerte, 16 lesiones y contusiones por golpes con un objeto «romo y con contudencia» y marcas por sujección en las muñecas.
Las lesiones en brazos, piernas, tórax o abdomen «no son marcas de lucha», aunque algunas sí son de «un intento de parar los golpes» que estaba recibiendo por parte de los acusados, el «Pollino» y su mujer, según David R.H.P. «Tapita» y José Antonio M.B., contratados por el primero para secuestrar al «Turco». Las acusaciones apuntan a los cuatro como culpables de las agresiones.
El disparo, aunque no se puede precisar a qué distancia fue realizado, fue ejecutado en perpendicular al eje de la cabeza y «a corta distancia». «No a quemarropa», según uno de los doctores. Penetró el cráneo y el proyectil se quedó alojado en el interior. Según los forenses, los proyectiles usados contra las tres víctimas son «especiales» pues recorren poca distancia cuando impactan.
«A cañón tocante»
Cinco fueron los disparos que recibió Sandra Capitán en su cabeza, que lesionaron la superficie externa del cráneo pero sin traspasarlo. En la parte superior derecha de la cabeza dos disparos impactaron en la misma herida, lo que significa que fueron percutidos «muy rápidamente y a corta distancia». Cuatro de los cincos tiros fueron en el lado derecho y uno, probablemente el último, en el lado izquierdo. Fue «a cañón tocante», en términos forenses. Esto es, «a bocajarro», dejando negro de humo en la cabeza de la víctima.
El espesor del cráneo de Sandra, mayor al habitual, motivó que ninguno de los disparos lo traspasara. Murió por el conjunto de todos los tiros que conllevaron un traumatismo craneoencefálico «tremendo». «Cinco tiros y de intensidad», ha añadido uno de los doctores forenses.
Por supuesto, Sandra también fue maniatada, como reflejan las marcas de las muñecas, y golpeada por manos, brazos, cadera o piernas, aunque en este caso no se puede determinar con qué objetos. Tenía heridas de defensa «claramente».
Según la Policía Nacional y la Fiscalía, el «Pollino» y su mujer mataron primero a la pequeña Lucía, después a su madre y por último al «Turco». Todo por un ajuste de cuentas, como indicaron los investigadores.
El cádaver de Lucía, de seis años, sufrió muchas transformaciones por las dificultades en la extracción del cuerpo durante el levantamiento. Fue extraído en tres partes y algunas fueron irrecuperables por estar incrustados al hormigón. Ninguno de los cuatro miembros del clan de los «Cabos» han levantado su mirada durante los forenses profundizaban en estos detalles.
Recibió un único disparo en la cabeza, quedando el proyectil en el interior del cráneo, como ayer adelantó un policía de la Científica. El tiro fue realizado desde arriba y de forma tangencial. El proyectil se fragmentó y provocó lo que se conoce como «ojo de cerradura». La dirección era de delante hacia detrás. De frente.
Los golpes no sólo fueron para retenerlos
Lucía, que no presentaba signos de haber sido manitada, también fue golpeada en la cara, en la frente, en el cuello, en el tronco y en los brazos. Tenía lesiones de defensa como si se hubiera tapado cuando era agredida. El jurado ha preguntado a estos forenses si fueron simples golpes o fueron torturados los tres. «El patrón y la distribución de las lesiones indica que no sólo fueron causados para retenerlos», ha afirmado, precisando que hablar de tortura es una «conjetura», añadiendo que a una niña es fácil de retener, por lo que los golpes fueron intencionados.
Fueron golpes antes de la muerte y no consecuencia de ser arrojados a la fosa, según los forenses, quienes han explicado que en los tres cadáveres restos de un material extraño, un sustancia externa y ajena al cuerpo, sólida y oscura, fruto de una reacción química con restos biológicos. Era óxido de calcio. En los dos adultos en la cavidad bucal, adheridas a los dientes. En la menor de seis años fue más allá.
Yilmaz y Sandra murieron por traumatismo craneoencefálico, severo en el caso de ella, causado por los los disparos y fueron tirados posteriormente a la fosa, por lo que el óxido de calcio sólo se halla en su boca, alrededor de las encías.
Arrojada con vida
Pero, ¿por qué Lucía presentaba esta sustancia negruzca y semisólida en faringe, laringe, bronquios y pulmones?. La respuesta de los forenses provocó gestos de rechazo en el acusado José Antonio M.B. y en Manuela M.O. Lucía respiró dentro de la fosa y aspiró dicho material antes de morir. Estaba viva cuando fue arrojada.
En un informe ampliatorio de los forenses se determinó que el elemento que aspiró era cal, lo que le causó «quemaduras y abrasiones» internas que destruyeron los tejidos. A pesar del avanzado estado de putrefacción del cuerpo se logró ver esas lesiones en la tráquea. La forense ha aclarado que este elemento no es sosa cáustica como en un primer momento de la investigación se dijo, sino cal. Asegura que no se ha podido determinar si dicha cal fue vertida directamente por los acusados o formaba parte del cemento usado para tapar la fosa. Las causas de la muerte fueron el disparo y la aspiración de este material.
Antes de escuchar esta horrorosa descripción de cómo quedaron los cuerpos de las tres víctimas, cuatro forenses del Instituto de Medicina Legal, entre ellos su directora, la doctora Marín, y el jefe de Servicio de Patología Forense, el doctor Lucena Romero, quien con más de tres décadas de experiencia «nunca» había vivido un levantamiento de cadáveres con estas características, donde hicieron falta tantos cuerpos de especialistas de Policía Nacional, la Unidad Militar de Emergencias, Bomberos, cuatro forenses, un equipo judicial completo, muchas horas de trabajo y labores de excavación arqueológica.
Han recordado el fuerte olor a cadáver que desprendía la fosa descubierta por los policías el 30 de septiembre en la casa de Cerro Blanco 168. El objetivo de los forenses fue recuperar los cuerpo sin causarles muchas transformaciones para que llegaran lo mejor posible a las autopsias. Fue difícil porque estaban pegados a las paredes de la fosa por el hormigón usado el mismo día 16 para taparla.
La UME tuvo que ampliar el perímetro de la fosa para poder trabajar en su interior. Inicialmente era algo menos de un metros. Por la posición de los cuerpos, el de la pequeña fue el primero en ser arrojado y último en sacar.
La declaración del doctor Lucena ha sido apoyada por imágenes de los trabajos realizados en la fosa y de los restos humanos hallados. Imágenes que no han querido ni Elisa ni el «Cabo».
Encontraron un amasijo compuesto por cinta americana y bridas. Los cuerpos de los adultos estaban entrelazados con tierra arcilla y hormigón adherido y compactado a partes de éstos y a la ropa. Lo que impidió su completa extracción.
Han concluido los forenses, en boca del doctor Lucena, que para manejar los cuerpos sin vida de los dos adultos, que eran corpulentos, fue necesaria la participación de más de una persona.
Fuente: ABC